lunes, 19 de enero de 2009



Foto de: Imogen Cunningham
(Imogen Cunningham, fotógrafa nacida el 12 de abril de 1883 en Portland, Oregón y fallecida el 24 de junio de 1976 en San Francisco.
Comienza su trabajo en fotografía en el año 1901 como estudiante en la universidad de Washington de química fotográfica. Fue inspirada por la fotógrafa pictorialista conocida internacionalmente Gertrude Käsebier.)


En el templo de Delfos dedicado a Apolo se hallaba esculpida la famosa consigna: “Conócete a ti mismo”, los griegos que la leían sabían exactamente su significado: “sabe que eres hombre y sólo hombre, que has de tener conciencia de tu posición inferior a la de los dioses y que has de someterte a su voluntad.”.
Pero Sócrates no entendió el imperativo de la sentencia en términos de autoconocimiento individual, sino como un mandato a buscar, mediante la reflexión y por encima de la singularidad del propio temperamento, la parte mejor del hombre, en un sentido no muy alejado del que encontraremos después en Aristóteles cuando en el libro primero de sus Ética nicomaquea se pregunta si hay una función que sea propia del hombre como tal y no como del hombre como flautista, escultor, carpintero o zapatero. Conocer lo esencial del hombre se inscribe en la misma búsqueda socrática que pregunta qué es la justicia por encima de las acciones que consideramos justas o qué es la piedad por encima de los actos que llamamos piadosos.
Por eso la búsqueda de Sócrates es un proceso perpetuamente inacabado que sólo se alimenta de lo que se ha ido acumulando desde un pasado inmemorial. Conoce las preguntas que hay que hacer, pero comprueba que todas las respuestas posibles ya han sido dadas y que el problema radica en elegir entre ellas utilizando como criterio el principio de utilidad.


El gran contraste entre el pensamiento socrático y la fotografía contemporánea

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