martes, 7 de abril de 2009


Foto de: Henry Cartier-Bresson
[Fue un célebre fotógrafo francés considerado por muchos el padre del fotorreportaje. Predicó siempre con la idea de atrapar el instante decisivo, versión traducida de sus "images a la sauvette", que vienen a significar con más precisión "imágenes a hurtadillas". Se trataba, pues, de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción.]


El amor sigue sin estirarse, y yo quiero que se estire, y no me parece chulo lo que estoy haciendo ahora, más bien me parece mogollón de sucio, pero es que el amor no se estira, no podemos fiarnos del amor, el amor nos engaña y un día decidimos que no y al otro que sí, y al siguiente amamos y al otro no, y todo esto después de haberme metido un pico o dos, y no sé por qué lo digo porque el raciocinio de un hombre es igual después de una sesión de psicoanálisis que después de una sesión de pura vida. Sigo buceando en la enorme incógnita, ya sabes, la de si debería seguir moviendo el culo o serle fiel a María, mi pequeña María, mi querida María que nadie la quiere excepto yo. Y yo la quiero porque sé que es la mujer de mi vida, porque es mi Virgen María. Porque, aunque algún día descubramos, ella o yo, que nuestros caminos son diferentes, el Destino, ¿te acuerdas de él?, me dirá que estoy hecho para ella y no lo puedo evitar, y me cago en la puta por pasar estos momentos tan oscuros con Verónica, porque mi verdadero amor es María, y mira que me jode decirlo, sobre todo estando todo colocado, estando tan colocado y con las piernas de Verónica enredándose en las mías, y el amor unta y qué bonito es que el amor unte porque te hace las cosas mucho más difíciles, y lo siento en el alma por María porque la quiero, bueno, no es que la quiera, es que la adoro, y, entonces, ¿qué cojones hago follando con Verónica?, pues coño, lo que hago es ser yo mismo porque mi característica personal es no tener juicio, ni conciencia, ni sentido del deber.
Y qué bonito es el amor, que unta, porque unta mogollón, y qué bonito es el unte mercenario del incienso que huele a mierda y de la polla que huele a orgasmo. Y qué hermoso el lugar que ocupa una especie de amor encima de otra, o debajo, o qué sé yo, o qué me dice la vida, o qué no me cuenta, o qué me dice el enorme sentido del deber, y te quiero, y no te quiero, y te echo de menos, y quiero follar contigo, pero sólo por tocar mi barriga desnuda con la tuya, y también te quiero a ti, Verónica, y sé que también soy el único, y no te muevas ahora, y así está bien, pero entonces es cuando empieza a sonar la jodida canción, ya sabes, la de lo siento pero no te quiero, pero la más terrible es la otra, la que dice que sí te quiero, por qué me tengo que sentir tan mal escuchándola, y qué más da lo demás... Amén, Jesús. Y la vida es una mierda que se enreda en la suela de tus zapatos.



DANIEL VALDÉS